Esas manos que están dentro de tus manos están acariciando a otra mujer.
Me
doy cuenta fácilmente
porque
se cierran para acariciar pechos pequeños que yo no tengo.
Y
también me doy cuenta porque cuando te miro,
los
ojos que hay adentro de tus ojos
están
mirando a una mujer que está más allá de mí.
No
importa.
Porque
mientras las manos de tus manos acarician otro cuerpo
yo
también busco con la boca de mi boca a otro hombre que ayer vi.
Y
mientras nos desencontramos para encontrarnos con otros,
los
otros nos están amando a nosotros en sus cuerpos prestados.
Deberíamos ordenar
las cosas y poner todo en su lugar para que el deseo deje de sentirse tan
desafortunado.
O mejor,
deberíamos reordenar nuestro deseo para que los afortunados seamos todos
nosotros.