Me pidió permiso
rozándome las caderas
con las yemas de los dedos
Tras varios intentos
lo dejé cruzar delicadamente la
frontera
Nos fuimos descubriendo
las manos
las cinturas
las miradas
No puedo recordar qué música
sonaba
era una cumbia colombiana
sabrosa
picante
dulce.
Después me preguntó si yo sabía
que era hermosa
y estoy segura que asentí
riéndome con todo el cuerpo.
Nos enredamos un poco más
entre los tambores que nos
sonaban
debajo de la piel.
Me pidió un beso y mi nombre
y se los di
porque era consciente
de que no iba a verlo nunca más.
Él quizás no lo sabe
pero me regaló
una dimensión más atrevida de mi deleite.
Y yo celebro que no tuviera
miedo
de conquistarme
con su juventud recién
inaugurada.