jueves, 18 de agosto de 2016

Café

Yo he sentido amor
¿Qué importa si él no lo sabe?
Yo me quedé mirando las puntas de sus dedos preguntándome qué rostros tuvieron la suerte de sentirlos  mientras el cuerpo se me erizaba y sonreía;  mientras él me explicaba esto y aquello acerca de las corrientes marinas y los motores diésel y las matemáticas antiguas y el precio de las verduras…
Yo mientras, dejé que su voz entrara en mí por cada poro, balaceándome en sus vocales y zambullendo desde el abismo  de  sus  consonantes para darme un chapuzón fresco en sus serenos silencios.
Él nunca se dio cuenta.
El no tuvo la suerte de despertarse a media noche para escuchar  el viento entre las hojas.
De esperar en una esquina simplemente a que empezara la lluvia.
De descubrir la caprichosa forma del vapor emanando  de una hogaza de pan recién salida del horno.
No pudo percatarse de la solemnidad de algunos bebés  y del desparpajo infantil de algunos rostros ya viejos.
Él estaba ahí bebiendo su café mientras yo me bebía el mundo a través de sus ojos.
Mi niñez le seguía el paso a su juventud a medida que me la iba contando.
Me abrigué en su gamulán y me subí a sus hombros para ver más alto que las montañas.
Me quedé a esperarlo hasta que los dos llegamos a esa mesa de ese bar, cuarenta años después.
Yo siempre lo supe, él sigue dormido.
Y mientras pagó la cuenta y yo me guardé en la cartera unos terrones de azúcar pensé:
-Yo he sentido todo este amor ahora… ¿qué importa si él no lo sabe?




1 comentario:

  1. Como muchos de tus cuentos goza de una delicadeza exquisita. Este "Café" está rodeado de un erotismo sutil, casi ingenuo.Dan ganas de sentarse a esa mesa donde se trama un amor ¿unilateral? y en la cual el tiempo se returce y se entremezclan los pasados posibles y los presentes diversos. Una joyita.

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