jueves, 29 de octubre de 2015

Manifiesto

 El arte está en el aire

“Ocho horas para trabajar,
ocho horas para descansar, 
ocho horas para disfrutar”

El arte está en el aire.
Como semillas suaves y livianas esparcidas por el mundo el arte está en el aire.
En el verde brillante de un limón madurando temprano, en la danza de la ropa secándose al sol, en el brillo cóncavo de la lágrima de una niña que pide un sabroso y rojo caramelo.
El arte está en el aire pero casi nadie puede verlo.
Los trabajadores ciegos de cansancio no pueden verlo.
El arte está en el aire y es fácil atraparlo porque vuela como pequeños  pájaros de papel, como luciérnagas.
Pero las obreras costureras con la espalda doblada no pueden verlo.
Y con las manos ajadas no  pueden atraparlo.
Si tan solo guardaran un poco en los bolsillos de sus guardapolvos y lo esparcieran en la taza del desayuno, en las sábanas recién puestas, en el clavo en la pared, en la mirada de su compañera de sector.
El arte está en el aire pero el único que puede atraparlo es el gran jefe con una red enorme. Lo clasifica, lo ordena, le pone precio y lo vende.
Y entonces una reina estúpida y anaranjada hija de un torturador lo cuelga en un salón de obscenidades suculentas (pagadas con el sudor de los trabajadores ciegos y las obreras con la espalda dolida)  para agasajarse a sí misma y sus amistades parásitas.
Y un político jefe de estado inaugura una exposición de arte callejero pero para que ya no sea peligroso lo encierra en el corralito de un museo, y para que ya no sea de todos los que caminan por la calle cobra una entrada muy cara para que solo gente como la reina anaranjada (hija de un torturador) pueda entrar a verlo.
El arte está en el aire pero un papa puede decir qué no es arte y puede decir que el diablo está metido en la escultura y entonces lo prohíbe mientras permite que en nombre de dios  los poderosos empleados del gran jefe  perfeccionen el arte de matar a los pueblos que no tienen el dinero para pagar la entrada para ver el arte callejero encerrado ahora en un museo.
El arte está en el aire pero no es de todos porque nos han robado la capacidad de amarlo.
Porque nos exprimen  hasta dejarnos hechos manojos de cuerpo humano respondiendo al ritmo de la producción.
Porque nos han robado todo, hasta nuestro arte: el que anda en el aire, en el limonero, en la niña, en la calle.
El arte está en el aire y ya hay quienes empiezan a despertarse y lo arrebatan. Y lo toman por legítimo derecho: el arte de la insurrección, el arte de soñar con una vida que valga la pena ser vivida, llena de colores y de música.
Pero no música de misa, ¡no!
Y el color naranja, ¡arránqueselo a la reina, no le pertenece!
El arte está en el aire. Miren hacia arriba, atrapen las semillas.
¡El arte está en el aire y es nuestro!


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