No quiero volver a desdibujarme en otro.
Ser la mujer de carbonilla que se esfumaba con el soplo masculino.
No quiero volver a ser la muchacha de humo
Que se deshacía entre sugerencias y piropos.
No quiero volver a ser la luna dichosa menguante
Iluminada por el padre sol indiscutible eterno.
No quiero ser la gueisha sufriente vitalicia
Acomodada entre los almohadones de la dulce ignorancia.
No quiero aunque extraño ese perfume de infierno conocido.
No quiero aunque duele andar en carne viva
Porque en la carne muerta me agusanaba el silencio
Y las neuronas parecían conectarse
pero en la voluntad de otro andaban moviendo las piernas.
Ahora tomo los trabajos, dificultosos y temibles a veces
De afinar mi contorno convexo
En el trazo definido de una mujer testaruda
Empecinada en aterrorizar sus terrores hasta exiliarlos
Al lugar de donde no saldrán
Porque los guardianes son mis palabras de machete
Y mis pasos de loba aullándole a las sombras que me buscan.
No quiero ser otra cosa que la mejor versión de mí
No quiero ser la cosa de nadie, atada, transferida.
Y sencilla pero agotadoramente, y sin culpas
Quizás solamente quiero ser feliz.
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