Acaba de
leer el relato de un tipo que cuenta un sueño de desnudez. (Sueño erótico y pesadilla,
dice el tipo).
En seguida
comprende esa sensación perturbadora. Comprende desde la piel, casi
automáticamente.
Pero hay
mucho más que eso en lo que leyó.
El tipo
habla en su sueño (-¿fue un sueño,
realmente o escribe a partir del viejo truco?) de un taxista, de su propio
placer, de la invisibilidad.
Como sea,
ella sabe de lo que ese tipo habla. Recuerda que hace un tiempo tuvo un sueño
parecido: está caminando hacia un pequeño mercado, es una mañana de domingo. El
lugar está sucio, descuidado, el vidrio de la heladera de fiambres es casi
opaco por la mugre. Hace la cola para comprar pan y se da cuenta de que está
desnuda. Adelante hay unos cuantos hombres, jóvenes y viejos, que no la han
visto todavía. Al principio se siente libre, poderosa. Exhibe sus pechos
erguidos, su abdomen redondeado, sus piernas largas, la hendidura de su vulva
depilada. Pero de repente llega un ruido desde la esquina y en ese instante, en
una toma repentina de conciencia, el tabú gobierna y se tapa como puede. Todos
dan vuelta la cabeza pero en realidad no la están mirando a ella sino a la
puerta desde donde llegan los gritos ahora. Ella aprovecha y sale del lugar. En
la esquina, un hombrecito desnudo está tirado en el asfalto maldiciendo a un
taxista que cierra bruscamente la puerta trasera derecha y arranca entre gruñidos.
El hombre en la calle se levanta, tiene unos raspones en la pierna y el brazo
derecho y su sexo (él dijo pija en el relato del Facebook, pero ella prefiere
ser menos violenta con el lenguaje) está hermosamente erguido y es enorme. Se
miran un instante. De repente cambia el paisaje, ahora ella está tapada con una
manta y ve alejarse al mismo hombrecito
con un short y una remera roja. De la nada, esa nada convincente de lo onírico,
aparece su novio sonriendo con algo en la mano que no alcanza a definir. Le
sonríe y la deja sola.
Cuando
termina de repasar el recuerdo del
sueño, comprueba porqué sentía todo tan
cercano. Entabla una discusión consigo misma acerca de si el territorio del
inconsciente no es ya otra ciudad paralela en donde ocurre la verdadera vida o
la segunda vida, con otro tipo de alienación que a los ojos de ésta, la hace un
poco más deliciosa.
En fin, en
esta tiene internet, y lo escribe todo, antes
de despertarse.
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